A veces lo mejor que te puede pasar es recibir un ladrillo en la cabeza. Te rompe, te derrumba, te aniquila, te destruye, te hunde, te desar...
A veces lo mejor que te puede pasar es recibir un ladrillo en la cabeza. Te rompe, te derrumba, te aniquila, te destruye, te hunde, te desarma. Te despierta, te espabila, te enciende, te limpia, te ilumina, te levanta.
Pero para que explote tu burbuja, necesitas una y la tienes que construir tú, con la ayuda de tus aduladores y la colaboración de los que callan. Crearla, no es como inflar un globo a bocanadas de dióxido de carbono, ¡claro que no!, es un trabajo inconsciente pero sutil, constante y progresivo, hasta que alcances tu esfera perfecta. En la medida que crece se hace más frágil e inestable, pero mientras siga entera, es tenue, transparente y hermosa, para que no notes que estás dentro; hermosa, suave y venenosa, para distorsionar todo lo que miras a través de ella; te aturde, te enloquece, te emborracha, para que creas que todo es cierto. Y aunque por física de la vida, es solo cosa de tiempo que explote, hará que tú no lo notes sino hasta que se encuentre con el primer objeto que la reviente (tu ladrillo).
Cuando abras un ojo, porque el otro te quedará morado, verás que desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubiese existido y la gravedad te pegará al piso y tu existencia ya no flotará y ya no irás con la corriente. Tu nuevo envoltorio se llamará "fracaso", y espantará a cualquiera que nunca haya caído de su burbuja.
Solo y en silencio, te harás amigo de la pausa y la paciencia y poco a poco,...¡muy poco a poco! aprenderás a querer tu "fracaso". Más humilde y sincero que la burbuja, su polvo te sanará de ego y su amargura limpiará tus ojos y aclarará tu mirada.
Y aunque a veces no será fácil entender que te hizo subir y caer de tu burbuja, cuando te dejes de preguntar, te empieces a perdonar y puedas aceptar, volverás a creer, volverás a andar y agradecerás al ladrillo que te hizo tropezar.
Felipe Bozzo
Pero para que explote tu burbuja, necesitas una y la tienes que construir tú, con la ayuda de tus aduladores y la colaboración de los que callan. Crearla, no es como inflar un globo a bocanadas de dióxido de carbono, ¡claro que no!, es un trabajo inconsciente pero sutil, constante y progresivo, hasta que alcances tu esfera perfecta. En la medida que crece se hace más frágil e inestable, pero mientras siga entera, es tenue, transparente y hermosa, para que no notes que estás dentro; hermosa, suave y venenosa, para distorsionar todo lo que miras a través de ella; te aturde, te enloquece, te emborracha, para que creas que todo es cierto. Y aunque por física de la vida, es solo cosa de tiempo que explote, hará que tú no lo notes sino hasta que se encuentre con el primer objeto que la reviente (tu ladrillo).
Cuando abras un ojo, porque el otro te quedará morado, verás que desapareció sin dejar rastro, como si nunca hubiese existido y la gravedad te pegará al piso y tu existencia ya no flotará y ya no irás con la corriente. Tu nuevo envoltorio se llamará "fracaso", y espantará a cualquiera que nunca haya caído de su burbuja.
Solo y en silencio, te harás amigo de la pausa y la paciencia y poco a poco,...¡muy poco a poco! aprenderás a querer tu "fracaso". Más humilde y sincero que la burbuja, su polvo te sanará de ego y su amargura limpiará tus ojos y aclarará tu mirada.
Y aunque a veces no será fácil entender que te hizo subir y caer de tu burbuja, cuando te dejes de preguntar, te empieces a perdonar y puedas aceptar, volverás a creer, volverás a andar y agradecerás al ladrillo que te hizo tropezar.
Felipe Bozzo