A veces parece que todo va bien, al menos para los ojos de los demás, tienes un buen trabajo y estas haciendo una buena carrera. Cualquier ...
A veces parece que todo va bien, al menos para los ojos de los demás, tienes un buen trabajo y estas haciendo una buena carrera. Cualquier ser racional diría que deberías seguir por el camino que vas. "Termina esta carrera aunque no te guste, ya verás que útil será en tu vida"; "no puedes dejar este trabajo, es una empresa de mucho prestigio"; "no puedes hacer siempre lo que quieres, eso es inmadurez" y otras frases del estilo alimentan los argumentos de los sensatos que no siempre cuentan que detrás de sus argumentos se esconden sus intereses.
Pero tu insatisfacción, esa que parece capricho de inmadurez, sigue ahí, como una música punzante, de intensidad baja pero de ritmo constante y cada vez que entra el silencio o para el ruido de tu insatisfactorio status quo, la puedes oír y late intensa hasta que ya no la puedes ignorar porque emerge como voz de angustia que grita por un cambio. Algunos la llaman intuición, otros presentimiento, para mi son los dictados de tu corazón y cuando están ahí, es el momento de partir, de andar, de dejar atrás, de romper lealtades con los sueños de los demás y comenzar el viaje hacia los tuyos.
El viaje inicia siempre por la misma ruta, una que aparece nada más dejar tu punto de partida y que se llama incertidumbre. Es la más difícil de todas, pero no por la dificultad del trazado, sino porque nunca puedes saber de que ancho es, ni cuando termina. Solo debes caminar, confiando que al final del camino encontraras, confiando en que mirarás atrás y no querrás volver, confiando en que volverás a un equilibrio, pero esta vez un equilibrio superior y no porque sea más rentable, sino porque será un equilibrio más fructífero para ser tú, para vivir de tu talento, para llegar a ser quien de verdad quieres ser.
En el camino romperás lealtades con los demás, replantearás acuerdos inconscientes que construiste contigo y que fijaban tu actuar en un marco que no te dejaba salir. Perderás amigos, sumarás críticas y te expondrás al comentario de la serpiente. Pero si no desfalleces, pronto aparecerán tus ángeles del nuevo equilibrio. Los mios, Sebastian Quirmbach (Alemania), Agustín Aracil (España) y la más bajita pero la más grande de nosotros, Maite Careaga (México).
Felipe Bozzo
