Maite nos escuchaba con atención, mientras le contábamos las conclusiones a las que habíamos llegado en nuestras eternas jornadas de entrena...
Maite nos escuchaba con atención, mientras le contábamos las conclusiones a las que habíamos llegado en nuestras eternas jornadas de entrenamiento y reflexión. Después de un rato borraba de su rostro la enorme sonrisa y la cambiaba por una mirada pensante, que despertaba a la más exigente, minuciosa, exhaustiva y preguntona investigadora. Ante cualquier duda, inmediatamente identificaba a los más reconocidos autores en el tema y un día después los había leído a todos y dos días después ya tenía su propia visión y al tercer día estaba lista para rebatir, confirmar o complementar cualquier conclusión anterior a su llegada al equipo.
Mientras tanto, Sebastian seguía despertando cada día a las 5:00AM para leer un nuevo libro de Coaching, Liderazgo, PNL, Psicología Positiva, Desarrollo Personal o Cambio Organizacional, entre otros y otros tantos que llegaban cada día a la oficina en cajas de Amazon que se acumulaban como ladrillos a la espera de alguna construcción. Él, los leía cada vez más y más rápido, con su método de lectura PowerReading, que hacía volar las páginas del libro hasta arrancarlas. Luego sacaba mil lapices de colores y empezaba a dibujar los mejores esquemas que alguien pueda imaginar.
Y yo, ahí en medio, sin poder levantarme tan temprano, ni devorar tantos libros, ni investigar como Sherlock Holmes, pero aprendiendo como esponja y aplicando todo, absolutamente todo, justo al día siguiente.
Y así seguimos avanzando y cada tarde en la oficina era un éxtasis de aprendizaje y reflexión, hasta que un día, Maite llegó con una de esas ideas fijas e intransables en su cabeza: ¡No podemos seguir avanzando sin antes definir lo que nosotros entendemos por liderazgo! exclamó. ¡Dios mio y ahora como los pongo de acuerdo! pensé inmediatamente. Eso era una piedra en el zapato para mis planes de sacar pronto el mejor de los seminarios. Lo que proponía Maite era casi como poner de acuerdo a Picaso y Miguel Angel. Seguro que aunque les presentaran "La Monalisa", ambos la encontrarían muy mejorable y estarían eternamente discutiendo sobre como arreglarla.
Teníamos un consenso en relación a que existía una gran confusión entre liderazgo y autoridad. Especialmente en el lenguaje popular, e incluso entre reconocidos autores y modelos. Pero de ahí a consensuar un concepto tan abstracto como el liderazgo, me parecía imposible. No estábamos hablando de una "vaca", la cual en nuestra imaginación y sus asociaciones conceptuales también es diferente para cada uno de nosotros, pero al menos sabemos que tiene cuatro patas y una cola. Estábamos hablando de una pequeña palabra, que mal intenta reflejar uno de los conceptos más complejos del ser humano y la sociedad. Pero mis compañeros de viaje, esta vez, estaban bien obstinados y peor aun, estaban de acuerdo en detenerse hasta encontrar y a no dejarme seguir en búsqueda de nuestra próxima presentación sin resolver el dilema. Y aunque me costó asumirlo, no me quedó más opción, porque repetían a coro:
"Las buenas ideas necesitan tiempo para decantar"
No sabía a donde nos llevaba todo esto. Gran sorpresa, la que estaba a punto de descubrir...
Felipe Bozzo
Mientras tanto, Sebastian seguía despertando cada día a las 5:00AM para leer un nuevo libro de Coaching, Liderazgo, PNL, Psicología Positiva, Desarrollo Personal o Cambio Organizacional, entre otros y otros tantos que llegaban cada día a la oficina en cajas de Amazon que se acumulaban como ladrillos a la espera de alguna construcción. Él, los leía cada vez más y más rápido, con su método de lectura PowerReading, que hacía volar las páginas del libro hasta arrancarlas. Luego sacaba mil lapices de colores y empezaba a dibujar los mejores esquemas que alguien pueda imaginar.
Y yo, ahí en medio, sin poder levantarme tan temprano, ni devorar tantos libros, ni investigar como Sherlock Holmes, pero aprendiendo como esponja y aplicando todo, absolutamente todo, justo al día siguiente.
Y así seguimos avanzando y cada tarde en la oficina era un éxtasis de aprendizaje y reflexión, hasta que un día, Maite llegó con una de esas ideas fijas e intransables en su cabeza: ¡No podemos seguir avanzando sin antes definir lo que nosotros entendemos por liderazgo! exclamó. ¡Dios mio y ahora como los pongo de acuerdo! pensé inmediatamente. Eso era una piedra en el zapato para mis planes de sacar pronto el mejor de los seminarios. Lo que proponía Maite era casi como poner de acuerdo a Picaso y Miguel Angel. Seguro que aunque les presentaran "La Monalisa", ambos la encontrarían muy mejorable y estarían eternamente discutiendo sobre como arreglarla.
Teníamos un consenso en relación a que existía una gran confusión entre liderazgo y autoridad. Especialmente en el lenguaje popular, e incluso entre reconocidos autores y modelos. Pero de ahí a consensuar un concepto tan abstracto como el liderazgo, me parecía imposible. No estábamos hablando de una "vaca", la cual en nuestra imaginación y sus asociaciones conceptuales también es diferente para cada uno de nosotros, pero al menos sabemos que tiene cuatro patas y una cola. Estábamos hablando de una pequeña palabra, que mal intenta reflejar uno de los conceptos más complejos del ser humano y la sociedad. Pero mis compañeros de viaje, esta vez, estaban bien obstinados y peor aun, estaban de acuerdo en detenerse hasta encontrar y a no dejarme seguir en búsqueda de nuestra próxima presentación sin resolver el dilema. Y aunque me costó asumirlo, no me quedó más opción, porque repetían a coro:
"Las buenas ideas necesitan tiempo para decantar"
No sabía a donde nos llevaba todo esto. Gran sorpresa, la que estaba a punto de descubrir...
Felipe Bozzo