El siglo XX nos acostumbro a que los grandes conflictos de la sociedad los resolvían líderes visionarios y carismáticos que además contaban ...
El siglo XX nos acostumbro a que los grandes conflictos de la sociedad los resolvían líderes visionarios y carismáticos que además contaban con una silla de autoridad.
Más allá de las dos grandes guerras, el siglo pasado estuvo marcado por la guerra fría. Este conflicto, marco el accionar geopolítico del planeta mientras la mayoría de las autoridades actuales formaban su estructura de valores y pensamientos. En esa lógica, el mundo se dividía en izquierda y derecha; en buenos y malos; comunistas o capitalistas; en idealistas o pragmáticos y el gran campo de batalla de esta guerra de control territorial y no de ideales como la gente suele pensar, fue la propaganda y la publicidad. Incluso por encima de las armas, que a pesar de la enorme superioridad americana, quedaron enrocadas evitando el choque frontal por el incalculable poder destructivo nuclear alcanzado por ambas potencias. Lo que quedo en evidencia en la crisis de los misiles en 1962, cuando John F. Kennedy y Nikita Kruschev, tuvieron que negociar una solución al ver que se acercaban al borde del abismo.
En ese entorno la publicidad y la propaganda se transformaron en el verdadero campo de batalla. Por eso, los mejores edificios de la RDA estaban frente al río y el mejor centro comercial en la Alexandrerplatz, todo donde se podía ver desde el otro lado de Berlín y vice versa. La carrera espacial, el cine, la televisión y la prensa, fueron solo algunos instrumentos de esta guerra comunicacional.
En ese mundo, los políticos no podían irse a dormir si conocer el titular del periódico del día siguiente. Porque básicamente todos nos considerábamos consumidores de contenidos. Pero qué está pasando hoy, cuando todos producimos contenido en redes sociales, lanzamos rumores, comentarios y opiniones Twitter o armamos nuestra propia telenovela en Facebook, eligiendo a los personajes que seguimos y siendo protagonistas de nuestra historia. Qué hacemos hoy cuando la gente ya no se considera parte de grandes bloques de pensamiento, sino que se conecta con microsegmentos que comparten sus valores e intereses y que ni siquiera necesitan estar físicamente cerca para reunirse.
Lo que pasa, es simple: Los políticos están absolutamente desconcertados. Pero hay una buena noticia para ellos, aunque por ahí lo llaman consuelo de tontos. También lo están las empresas con sus clientes que se agrupan para reclamar sus derechos y los departamentos de marketing que no consiguen que grandes audiencias se sienten a ver la televisión y los periódicos que no logran instalar su editorial como la gran verdad y las universidades que ven como sus alumnos ya no se interesan en clases porque en el celular de su bolsillo tienen acceso a contenidos mucho más interesantes.
Para los que aun no se han dado cuenta, que me imagino que a esta altura son pocos, estamos en un mundo absolutamente diferente del mundo en el que nacimos y formamos nuestras estructuras de pensamiento. Estamos en un mundo de infinitas posibilidades, pero también en un mundo donde la naturaleza de los conflictos es muchísimo más compleja que en el Siglo XX.
En el mundo de hoy, autoridad y poder ya no son tan efectivos para resolver conflictos. Lamentablemente liderazgo tampoco. Al menos no de la forma en que lo entendemos en el inconsciente colectivo con la trilogía entre un líder visionario, unos seguidores y unas metas.
Los procesos de liderazgo en el Siglo XXI surgen de manera espontánea y colectiva, incluso a veces sin intencionalidad y tienen más que ver con la transformación de equilibrios mediocres que con líderes carismáticos con una gran visión y poder de convencimiento.
Lo que se requiere para facilitar estos procesos de cambio, ya sea en la política, en la empresa o en la universidad, es liderazgo menos dogmático y más adaptativo. Eso empieza por flexibilizar creencias rígidas, absolutas y obsoletas sobre cómo funciona el mundo; Es necesario agudizar nuestra capacidad de diagnosticar y entender sistemas complejos; Es necesario acostumbrarnos a intervenir y alejarnos para observar que pasa y sobretodo es necesario aprender a transformar los fracasos en experiencias de aprendizaje.
Por eso y mucho más, para ser un buen líder hoy se necesita menos carisma y muchísima más humildad.
Por eso y mucho más, para ser un buen líder hoy se necesita menos carisma y muchísima más humildad.
Felipe Bozzo
PD: Debo confesar, que a veces me da mucha risa ver como algunos políticos aun no se adaptan al nuevo Siglo.