Aparecía de imprevisto desde lo alto después de una curva y aunque yo venia esperando desde Villarica para verlo primero y gritar "lago...
Aparecía de imprevisto desde lo alto después de una curva y aunque yo venia esperando desde Villarica para verlo primero y gritar "lago", como símbolo de alegría por llegar a mi lugar encantado, siempre me distraía en el momento justo y alguien se me adelantaba en el grito. Pero que mas daba, de ahí en adelante todo cambiaría: desaparecía el gordo que te comía la colación y el niño que no te dejaba jugar en el recreo y aparecían maravillosos primos y primas; desaparecían las monjas que se creían profesoras y el director que no sabía escuchar y aparecían cariñosos tíos y tías junto a la más tierna de las abuelas "La Lita".
Nada más llegar te cambiaban las zapatillas "North Star" cansadas de tanta ciudad y por unas unas chanclas de goma llamadas"Condorito" o que mas bien intentaban serlo, porque solo servían mientras tus pies se acomodaban para ir descalzos, ya que al poco andar, entre el sudor y la tierra de las calles, formaban una especie de jabón resbaladizo que hacían que al frenar el pie quedara cincuenta centímetros delante de la chancla y los tirantes salieran volando como caballo desbocado, dejando tu piececito urbano directo sobre la tierra caliente, condición en la que permanecería los próximos dos meses y que harían de él al final del verano, un superpie capaz de caminar sobre brazas, clavos, vidrios o cualquier elemento cortante, sin sufrir el más mínimo daño.
Nada más llegar te cambiaban las zapatillas "North Star" cansadas de tanta ciudad y por unas unas chanclas de goma llamadas"Condorito" o que mas bien intentaban serlo, porque solo servían mientras tus pies se acomodaban para ir descalzos, ya que al poco andar, entre el sudor y la tierra de las calles, formaban una especie de jabón resbaladizo que hacían que al frenar el pie quedara cincuenta centímetros delante de la chancla y los tirantes salieran volando como caballo desbocado, dejando tu piececito urbano directo sobre la tierra caliente, condición en la que permanecería los próximos dos meses y que harían de él al final del verano, un superpie capaz de caminar sobre brazas, clavos, vidrios o cualquier elemento cortante, sin sufrir el más mínimo daño.
En realidad, el abandono de la Condorito, no era automático, de cierta forma les habías tomado cariño ya que al menos dejaban correr la brisa sobre tus dedos, así que después del primer quiebre te resistías un par días en darte cuenta de que ya no servirían, porque por más que intentabas volver los tirantes a su lugar, los agujeros de donde se salieron nunca más volverían a ser los mismos. Con el tiempo me di cuenta que eso pasa muchas veces...
Al pasar los días, con la nariz hecha costra de sol intermitente pero rabioso, aprendías a volver desde la playa corriendo a saltitos entre la sombra que daba un árbol paradisíaco y la que daba una vieja gorda envuelta en toalla. Ambas servían por igual, sin importar de donde provenían, como cualquier ayuda en el momento justo.
Al pasar los días, con la nariz hecha costra de sol intermitente pero rabioso, aprendías a volver desde la playa corriendo a saltitos entre la sombra que daba un árbol paradisíaco y la que daba una vieja gorda envuelta en toalla. Ambas servían por igual, sin importar de donde provenían, como cualquier ayuda en el momento justo.
Una vez en casa, todo olía a sandía dulce, indicándote que eran días para ser feliz y mientras te preparabas para apaciguar el hambre de niño flaco, llevándote la primera uva del racimo a la boca, aparecían niños como abejas que te las robaban una a una hasta dejarte solo las pasas y el racimo seco. Lo bueno es que siempre habría momento de vengarse de cualquiera de esas abejas cuando consiguiera un preciado paquete de papas fritas en el quiosco de la esquina.
Los días eran largos, tan largos como solo un niño los puede percibir. Por eso siempre había un momento para jugar una ficha de "flipper" en tu maquina favorita, eso si, asegurándote antes de que "el pelusa" del local no estuviera cerca, para poder jugar tranquilo. Después un paseo por la península, un mundo desconocido para los adultos y libre para los niños que conocían sus rincones, un mundo como siempre debió ser.
Los días eran largos, tan largos como solo un niño los puede percibir. Por eso siempre había un momento para jugar una ficha de "flipper" en tu maquina favorita, eso si, asegurándote antes de que "el pelusa" del local no estuviera cerca, para poder jugar tranquilo. Después un paseo por la península, un mundo desconocido para los adultos y libre para los niños que conocían sus rincones, un mundo como siempre debió ser.
Y así verano tras verano, viniendo en Lican Ray los mejores días que un niño puede vivir. Hasta que el beso de una niña de ojos oscuros dio vuelta esa página de mi vida. No me acuerdo bien de ella ni de como se llamaba, aunque a esta altura creo que ya no importa. Sea quien seas, espero que tú también te encuentres bien...
Felipe Bozzo
PD: A la Lita, que hizo todo esto posible y a Sofi, Rafa, Nacho y Carlota, para que tengan sus días encantados en Lican Ray.
Felipe Bozzo
PD: A la Lita, que hizo todo esto posible y a Sofi, Rafa, Nacho y Carlota, para que tengan sus días encantados en Lican Ray.