Me distraje solo un segundo y mi alocada acompañante, que debía llevarme a puerto seguro desapareció como conejo de sombrero, dejándome solo...
Me distraje solo un segundo y mi alocada acompañante, que debía llevarme a puerto seguro desapareció como conejo de sombrero, dejándome solo en una estación más parecida a canción de Pink Floid que a vestido de Laidy Di y de repente el inconfundible caminar Londinense, frío, elegante e impersonal, daba paso a miradas que escondían revolución industrial, lucha obrera e inmigración resignada al carrito de Kebab.
El poderío del imperio tenía cara o cruz y como museo de cera se derretía en mi imaginario para hacerse más humano y más real. Dos caras tenía la moneda, como la vida misma, luces y sombra, acierto y error, valentía y temor, frió y calor. No hay princesas sin impuestos, ni victorias sin huérfanos, ni mucho menos lujos, sin desigualdad.
Dear Londres, creo que te entiendo, a mi también me ha pasado alguna vez, tal vez podamos volver a ser amigos, pero solo si prometes ser auténtica esta vez...
Felipe Bozzo
El poderío del imperio tenía cara o cruz y como museo de cera se derretía en mi imaginario para hacerse más humano y más real. Dos caras tenía la moneda, como la vida misma, luces y sombra, acierto y error, valentía y temor, frió y calor. No hay princesas sin impuestos, ni victorias sin huérfanos, ni mucho menos lujos, sin desigualdad.
Dear Londres, creo que te entiendo, a mi también me ha pasado alguna vez, tal vez podamos volver a ser amigos, pero solo si prometes ser auténtica esta vez...
Felipe Bozzo