“No es la amplitud de tus opciones lo que determina tu felicidad, sino tu capacidad de disponer de las que tienes y disfrutarlas de corazón...
“No es la amplitud de tus opciones lo que determina tu felicidad, sino tu capacidad de disponer de las que tienes y disfrutarlas de corazón”
No era un buen día. El hielo de una sutil traición parecía haber eclipsado todo el mundo que había a mi alrededor. Micro desgracias o infortunios de la vida a los que a veces damos más importancia de la que realmente tienen, se habían apoderado de mis pensamientos, secuestrando mis emociones al nivel de impedirme disfrutar lo que tenia a mi alcance. Que por cierto era y sigue siendo mucho. Y en ese estado de hiperestimulación límbica que me centraba solo en mis problemas y donde nada de lo que sucedía alrededor parecía tener importancia alguna, un repentino mensaje de Instagram entró en mi bandeja.
- “Hola, me gustaría leer tu libro”, decía Jeny.
- Lo puedes comprar en mi página. Contesté automáticamente. Suponiendo que se trataba de alguien que me había escuchado en una conferencia.
- “Me encantaría, pero no puedo”, replicó Jeny.
Una vez más mis prejuicios se anticiparon a la escucha y pensando que el impedimento era económico, repliqué: - “No te preocupes, hay una opción para descargarlo gratis en formato pdf.”
- “No es ese el problema, puedo comprarlo”, replicó Jeny instantáneamente.
- ¿Cuál es el problema entonces?, contesté, al tiempo que empezaba a impacientarme en la inesperada conversación.
- “Perdí el noventa por ciento de la vista hace dos años, pero escucho tus videos todos los días, por eso sé que tienes un libro” Replicó Jeny.
Un escalofrío me sacó de mi desgracia imaginaria y me trajo instantáneamente de regreso al presente. Me apresuré en ofrecer una disculpa, por mi falta de empatía.
- No lo sabía. Lo siento mucho, afirmé.
- “No te preocupes, he aprendido cosas maravillosas en este camino”, replicó Jeny.
- ¿Verdad?, pregunté con más incredulidad a sus palabras, que certeza en lo que afirmaba.
Afanado en descubrir si era solo una frase de buena costumbre o una realidad en su forma de vivir, la curiosidad se apoderó de mí. Y aplacada mi curiosidad inicial sobre las circunstancias que le habían llevado a perder la vista, un inesperado giro tendría nuestra conversación. Jeny, no estaba interesaba en contarme sus problemas, dificultades o desgracias, las que, por cierto, ni siquiera las consideraba como tal. Sino que quería saber cómo estaba yo y disponía todo su ser a escuchar.
- “Los ciegos, agudizamos el oído” esbozaba Jeny con auto ironía y sentido del humor.
Con la precaución de estar hablando aun con una desconocida, le conté algo de mí. Y mientras avanzaba en el relato, sentía como ella seguía dispuesta a escuchar sin juzgar. A pesar de lo ínfimo de mis problemas frente a su gran dificultad. Así que avancé y le conté más… De pronto me di cuenta de que Jeny con el diez por ciento de la vista, tenía más claridad que yo con el cien. Sus consejos sobre como ver la vida me empezaron a llegar, su optimismo me empezó a contagiar y mis problemas se empezaron a relativizar.
Transcurrió el tiempo y creció nuestra amistad. Jeny asistió a mis conferencias más de una vez, siempre sonriente y con su bastón. Incluso se transformó en la primera estudiante no vidente en hacer el Diplomado de Liderazgo Colaborativo que imparto en mi instituto. (Generosamente el gran locutor de radio Antonio Durán, pasó “Aterrizaje de emergencia” a audiolibro para que ella pudiera escucharlo y hacer el programa).
Han pasado tres años desde nuestra primera conversación. El optimismo y la fe de Jeny siempre han estado en pie. Buscando alternativas de tratamiento y haciendo frente a los pronósticos menos optimistas sobre sus posibilidades de recuperar la visión.
Ayer, la fuimos a ver a su casa junto a su amiga Paty. Es la primera vez que la veríamos después de su operación. Estaba sonriente como siempre, pero esta vez sin su bastón.
Sí. Jeny recuperó la visión y yo, la capacidad de volver a ver con la esperanza del corazón.